Olores

Cuando era chica me di cuenta de que en la casa de cada una de mis amigas había un olor particular y único, que permanecía por sobre otros circunstanciales. La casa de Chichita olía a la mezcla achocolatada del tabaco que fumaba su padre; la de Rosana, a viruta y a la resina de la madera verde estacionada en el patio, cerca de la carpintería familiar; la de Diana tenía un olor fresco a mentol que no hoy puedo explicar. Los percibía apenas traspasaba el umbral y eran el golpe odorífero de bienvenida que husmeaba hasta que mi olfato se saturaba.
También las casas de mis abuelas –que compartían barrio- tenían sus olores característicos: la de Rosa, a la cera en pasta con que lustraba obsesivamente mosaicos y pinoteas; la de Josefina –rancho de adobe- olía a cocina económica y a la humedad jabonosa de la acequia que seguía al piletón donde estaba la bomba de agua y se lavaban los platos y la ropa.
Recuerdo especialmente el olor del departamento de Inés, vieja amiga de mis padres, que estaba en un edificio antiguo en planta baja, en el centro de la ciudad. Se entraba directamente a un patio de luz y allí estaba la galería formando un medio-arco y en donde el sol apenas se asomaba en verano. Típico lugar con malvones, lazos de amor, helechos colgados, y enredaderas trepadas a las columnas acanaladas. Las habitaciones venteaban a ese patio y la humedad exuberante de verdes impregnaba paredes, muebles y ropa. La cocina era la excepción. Allí olía a especias. Docenas de tarros y frascos con hierbas secas, polvos y cortezas llenaban las repisas adornadas con papel blanco recortado artísticamente. A Inés y a su marido les gustaba cocinar, y él aprovechaba las ventajas de trabajar en la aduana para atesorar productos importados con afán de coleccionista.
De los sentidos, el olfato es el evocador por excelencia; despierta recuerdos dormidos por años, nos trasporta en el tiempo o nos remite a lugares imprecisos –tal vez paisajes interiores- donde nos gustaría estar.
Hace poco, un maestro de decoradores decía que, en general, las casas se piensan o preparan desde lo visual únicamente; que hacer prevalecer o, al menos, intentar equiparar los demás sentidos al de la vista, es un tema pendiente. De la necesidad de lograr un equilibrio entre las percepciones trata la ambientación de un lugar. El ambiente es el medio donde uno vive su vida diaria o trabaja. Cuánto contribuyen los aromas a la hora de sentirnos cómodos, y lo entretejidos que están ciertos olores a nuestra historia personal.
Muy atrás ha quedado la época en la que un Romeo restregaba una manzana en su axila para ofrecerle su olor único a una Julieta enamorada, La industria de los perfumes se ha encargado de que así sea. También es la que ‘desodoriza’ nuestras casas de lo cotidiano, reemplazándolos por esencias más aceptables socialmente, y le estamos muy agradecidas porque nos deja fragantes el cuerpo y los espacios. Pero eso tiene un precio: la desaparición de los olores familiares. Olores surgidos del modo de vivir la casa, y la vida. Ahora, una entra a una vivienda y reconoce el aroma de una marca determinada de desodorante de ambientes o la fragancia de una vela o sahumerio.
Añoro los olores de antes: los de las casas de mi infancia, los que mis amigas llevaban impregnados en la ropa como distintivo familiar.
“Tu casa olía a torta”, me dijo una de ellas hace poco. Y sí, debe haber sido ése el olor de mi casa, porque
mi vieja las hacía para vender.



¿Ustedes recuerdan a qué olían las casas de su infancia?




(Fuentes   imagen )

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo creo que junto con la musica el olfato es uno de los sentidos que mas nos transportan en tiempo y espacio. Curiosamente mas que la vista. Mi casa era un dpto urbano con un poquito apenas menos del smog actual, pero algo que recuerdo vividamente era mi visita semanal a las casas de las viejas tias de mi madre en el conurbano, los azares, las mandarinas. Nuestras incursiones infantiles en los terrenos baldios , el olor a hinojo y a las tortitas de barro. Los interiores con ese olor a mueble de madera , madera, a piso encerado y los licores de las abuelas. Cuantas cosas maravillosas se pierden con el progreso. Pero no hay tiempo para la nostalgia, seguramente siempre habra nuevos aromas para ser recordados.

marcela cavaglieri dijo...

Yo lamentablemente no me acuerdo a qué olía mi casa...ésa es una de las tantas cosas que perdí por mudarme tantas veces...:(

Anónimo dijo...

Seguramente olía a algo corto

mariaatit dijo...

Yo recuerdo que la casa de mis abuelos en santa fe olía cada rincon a algo distinto! Pero el tema es que solo recuerdo a qué cuando ese olor se repite en otro lugar!
Lo que no olvido es el olor al pastito recien cortado, las flores, al verano, al jardín por la mañana de invierno, al olor debajo de los pinos donde nos trepabamos para jugar y muchos muchos otros...
Que linda nota... gracias!

Lailocha dijo...

Una nota llena de nostalgia, gracias Monica!

decomarce dijo...

Hermosa tu nota,y coincido plenamente con éso de "equiparar" el resto de los sentidos al visual, cuando proyectamos una vivienda!

Buenísimo! :)

Anónimo dijo...

Mònica, me encantó tu nota sobre los aromas!!, te cuento que yo soy muy de andar "olfateando" todo jajaja, y me pasó cuando andabamos buscando nuestro primer departamento con mi marido que apensas entré al hall de entrada, sentí el olor del edificio de mi abuela...creo que fue la primera conexión con el departamento...hoy por suerte, el departamento es nuestro y me encanta sentir ese aroma tan familiar....
Creo que a pesar de los perfumes artificiales...el aroma de cada familia sigue ahí...es cuestión de hacer un esfuerzo...o a veces de poner menos desodorantes jajajaj

Un beso a todas y buen fin de semana!

Cecilia

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